sábado, 21 de mayo de 2016

Poemas de Jorge Curinao

"El día y la noche" Rufino Tamayo

En ocasiones, la poesía arrastra consigo (¿sin querer? ¿adrede?) sesgos de la exterioridad que rodea a su autor: un clima, una manera de fluir el tiempo, cierta coloración, un rumor de fondo. Podría más sencillamente decir que en la poesía está el paisaje, pero difícilmente entenderíamos que con “paisaje” hago referencia a la anterior enumeración, que por cierto queda corta y es apenas aproximada para caracterizar un aspecto de la producción de Jorge Curinao (Santa Cruz, 1979).
Ayuda saber que vive en Río Gallegos y que su primer libro se llama Sabanas de viento (2006). En los siguientes Plegarias del humo (2009), Cactus (2010), Nadando (2012) y Otros animales (2014), la referencia inmediata al espacio desolado y sus contingencias frías desaparece de los títulos, pero asoma en muchos de los poemas, incluso en la buscada desnudez de los más breves.
Transcribo una pequeña muestra de su producción extraída de los dos últimos libros. Se puede leer más en su blog La chispa adecuada (http://jorgecurinao.blogspot.com.ar/ ) . Justo de allí elijo este post, una viñeta del primero de marzo de este año, como para dar un marco:

"Barrio Bicentenario a las once de la mañana: calle trece al fondo, pasando la iglesia y el descampado, al gaucho se le fue un caballo, faltan diez bolsas de cemento y siete de cal, el último viento tiró abajo el galponcito de don Manuel, los perros que ya ni ladran de tanto estar solos, las canciones de Giménez Agüero iluminando las calles de mi pueblo."


(de Nadando)

En tu honor
enciendo velitas de alquitrán.

Del tiempo que vivimos
solo quedan estas sombras

                ***

Afuera llueve
es una metáfora
de nunca acabar.

                ***

Soy un mudo
que habla con desconocidos.

¿Y si el alma fuera este insomnio?


                ***

(de Otros animales)


X

Aquel que no encontró consuelo a la orilla del mar y no
reclama fe ni esperanza, sabe que la carne es triste. Que no
hay que hablar con extraños.


XIII

Se aprende, en el pueblito, a caminar despacio. Se aprende
a hablar con las estrellas, con los muertos. Escucha, cierra los

ojos. Es la piedra que puse entre tus manos.


7 comentarios:

  1. Siempre emociona leerte. Me identifica mucho tu poesía porque provengo de esos pueblos donde se aprende a andar despacio...Abrazo

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  2. Infinitamente profundo y breve, siento el mar, la lluvia y la piedra entre mis manos. Tu capacidad de transmitir sentires es ilimitada Jorge. Gracias. Saludos

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  3. Estoy leyendo con placer este espacio. Mis aplausos

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  4. Leerte desde el litoral es sentirme abrazada por la inmensidad del sur. Gracias siempre.

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